Deportistas que nadaron a contracorriente: estas son las que abrieron camino

YES

Mujeres que abrieron el camino. En 1970 se jugó el primer partido de fútbol femenino de España, pero poco se sabe de aquellas jugadoras. Patricia Cazón rescata la vida de deportistas que son historia con el objetivo de que no se olviden

24 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Puede que para mucha gente el nombre de Lilí Álvarez no signifique nada. Fue la primera española que participó en unos juegos olímpicos, los de París de hace cien años. Una mujer apasionada del deporte que brilló en el tenis pero que practicó muchos más: equitación, alpinismo, esquí… Y hasta automovilismo: en 1924, el mismo año de aquella olimpiadas, ganó el campeonato de Cataluña. Años veinte del siglo pasado, una mujer, española. Y su nombre apenas dice nada a la gran mayoría de ciudadanos de su país. ¿Por qué? La respuesta parece obvia: era mujer en una época en la que el género femenino estaba relegado a otros quehaceres.

Han tenido que pasar años, décadas, para que Lilí no fuera la única. Y sin embargo, todas las que la han acompañado han seguido un camino similar: lucha silenciosa, constante y a contracorriente. Para la periodista Patricia Cazón, la hazaña de estas mujeres tienen un símil perfecto en el mundo animal: «El salmón es el pez que sobrevive en la hazaña, que asume el sacrificio, no hay nada como el salmón para explicar el recorrido de las mujeres en el deporte, siempre a contracorriente, aunque les cueste la vida». Por eso tituló su último libro Las mujeres salmón (Debate) en el que destapa las historias de más de cuarenta mujeres españolas que decidieron seguir adelante en el deporte, a pesar de que no era lo que les tocaba. «Demasiadas historias estaban quedando en blanco y negro», reflexiona. Porque hay nombres, como los de Conchita Martínez, Arancha Sánchez Vicario, Blanca Fernández Ochoa o Edurne Pasaban que ya están en la memoria colectiva. ¿Pero y Amelia del Castillo? ¿Y María Teresa Andreu? ¿Y Pepa Senante, Rosa Aguado o Carmen Valero? ¿Suenan de algo? Hay muchas más.

La periodista leonesa Patricia Cazón, autora del libro «Las mujeres salmón»
La periodista leonesa Patricia Cazón, autora del libro «Las mujeres salmón» Jesus Alvarez Orihuela

Para escribir el libro, esta periodista leonesa partió de una serie de entrevistas que realizó durante años a mujeres deportistas para el diario As, donde trabaja desde hace más de quince años. «Quería hacer un libro para contar la lucha de todas ellas; quiero que a través de cada historia, los lectores puedan tener una composición global de las vicisitudes a las que una mujer se enfrenta», dice. Y aunque cada historia es tremendamente personal y única, hay temas que se repiten una y otra vez: los insultos, el qué dirán, la desigualdad de condiciones ante los deportistas hombres, la maternidad, la salud femenina, la salud mental…

Carmen Valero, la primera atleta española en participar en unos Juegos Olímpicos, en Montreal 1976 (fallecida el pasado enero a los 68 años), recordaba que no les dejaban ponerse pantalones cortos para entrenar; tenían que hacerlo con falda. Por no hablar de los salarios, que en muchos casos eran nulos en el caso de ellas. O la falta de equipaciones propias, teniendo que usar las masculinas de otras temporadas. «En la selección, salvo para los Juegos de Atenas 2004, no he tenido una camiseta de chica» recuerda Montse Puche, que un año antes era elegida segunda mejor jugadora del mundo de balonmano. «Solo pedíamos eso, íbamos hechas unos adefesios», cuenta esta jugadora.

Lavando la ropa

Preparando los Juegos de Barcelona, en 1992, entrenaban en tres sesiones diarias con solo cinco camisetas, y al terminar, tenían que limpiarlas ellas mismas en el lavabo de la residencia. Aún tiene en la memoria los sabañones en las manos por el agua fría. A ellos, sus colegas del balonmano, alojados en hoteles, se las lavaban. «Soy de la quinta de Urdangarin, de Barrufet…, que quizás recibían unas 3.000 pesetas al día (18 euros). A nosotras nos daban 500 (3 euros)», cuenta en el libro.

Lo de lavar la ropa también lo recuerda Amaya Calderón, la jugadora de baloncesto que llegó a Texas sin apenas saber inglés para jugar con los Houston Comets, un equipo femenino de la WNBA al que seguían 20.000 personas: «Alucinaba con todo, el público, las canchas, la ropa que nos daban, ¡que nos la lavaban!». Detalles que dejan ver que en muchos aspectos ya no solo era cosa de género, sino también de cultura en cada país.

No siempre la propias mujeres se manejaron con reivindicación. Cuenta el libro cómo las deportistas que empezaron a despuntar en los años sesenta no tenían la sensación de estar siendo discriminadas; era así porque sí, porque las mujeres tenían otro papel. «Que nos mandaran a fregar era tan habitual que dejamos de oírlo», cuenta Pepa Senante, capitana de la selección femenina española de baloncesto, que jugó su primer partido en 1963 ante Suiza. «Nos consideraban chicotes, pero la sociedad fue cediendo poco a poco».

Patricia Cazón no olvida a los hombres que se posicionaron en la lucha por la igualdad. Rafa Muga organizó en 1970 el primer partido femenino de la historia de España, un encuentro que creó una gran expectación en Madrid y que, aunque a él le llevó al cuartel de la Guardia Civil, animó a muchas jóvenes a unirse a esos primeros clubes femeninos que fueron surgiendo. Las protagonistas de aquel primer encuentro siguieron con emoción el disputado 53 años después en Australia en el que las jugadoras españolas se proclamaron campeonas del mundo. «Cuando vi a Ivana Andrés levantar la Copa del Mundo me emocioné muchísimo, en sus manos llevaba la lucha de muchas mujeres», decía Amelia del Castillo (1943), que no duda en citar al entonces presidente del Atlético de Madrid, Vicente Calderón, como «el primer gran feminista del fútbol español».

Apoyo familiar

Es recurrente en el libro el apoyo incondicional que recibieron ellas desde sus casas. Padres y madres que asumieron el riesgo para que sus hijas consiguieran su sueño a pesar de nadar a contracorriente. «No solo Rafa Muga fue un visionario, sino los propios padres de todas aquellas mujeres», dice Patricia Cazón. Ellas mismas así lo percibían. «Yo no fui la valiente, fueron mis padres», le explica Amaya Valdemoro.

Una de las entrevistadas más jóvenes es la berciana Blanca Romero, que ha despuntado en el boxeo tailandés. En su caso, no solo ha tenido que luchar por buscar su lugar en un deporte lleno de hombres, sino que también le ha tocado batirse contra los prejuicios internos: mujer y gitana.

Hay otros tabúes. «La menstruación, por ejemplo, con lo que puede condicionar al estado físico de una mujer. Ahora parece algo de cajón, pero durante décadas no se tuvo en cuenta», añade la escritora. O la maternidad. Muchas deportistas de élite fueron posponiendo sus deseos de ser madres por miedo a no poder volver a rendir como antes. La nadadora paralímpica Teresa Perales consiguió que su baja maternal fuera considerada como enfermedad para seguir becada. Gemma Mengual intentó volver cuando su primer hijo cumplió los nueve meses, pero se encontró con la negativa de su entrenadora.

«Y hay decisiones que te quiebran la propia cabeza», así lo cuenta con crudeza Edurne Pasaban, que habla sin tapujos de sus intentos de suicidio, de no encontrar su sitio tras volver de la montaña, de no conseguir tener una pareja que entendiera esta forma de vida, de no saber qué hacer cuando termina tu carrera deportiva, aún siendo joven pero sin perspectivas de futuro. «Muchas me hablaban de la importancia de dotar a los deportistas de recursos para el día después», explica Cazón, que tenía claro que había que poner el foco también en la salud mental, sobre todo después de hablar con Lola Fernández Ochoa de su hermana Blanca, la primera mujer española de la historia que consiguió una medalla olímpica, fallecida en el 2019.

Hay más pioneras en el libro. Abriendo paso en el arbitraje está la coruñesa Yolanda Parga. O Virginia Torrecilla, que superó un cáncer cuando su carrera estaba despuntando. La misma enfermedad que pilló a la tenista Carla Suárez en pandemia y lejos de su familia. Está la persistencia de Sandra Sánchez para lograr el oro olímpico a los 39 años o los obstáculos personales y profesionales superados por Carolina Marín. «Hay muchas historias que me han tocado el corazón», reconoce Cazón, que solo espera que su libro quede como ejemplo para las niñas del futuro, para que los éxitos y las puertas que abrieron todas ellas no se olviden, como a Lilí Álvarez.