José César Perales, psicólogo experto en tecnología: «Decir que las pantallas son malas es una simplificación»

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla SANTIAGO / LA VOZ

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XOAN A. SOLER

Aboga por un debate pausado sobre las redes sociales, aunque reconoce que «Los niños con 10 años no debería tener acceso a Tik Tok»

04 may 2024 . Actualizado a las 12:10 h.

Polémico, rompedor y valiente. Así es el discurso de José César Perales (Jaén, 1974) sobre pantallas, redes sociales y tecnología. Tras su paso por el Gaiás, donde impartió una charla que llevó por título Tecnoloxía con sentidiño, el catedrático de Psicología Experimental de la Universidad de Granada rompe con unos clichés que, defiende, se venden como una ciencia que, por el momento, no lo es.

—¿No es correcto hablar de adicción a las pantallas?

—La idea de esta charla es la de quitarle hierro al asunto y reducir el nivel de pánico y de alarma que se ha creado entorno a las pantallas, a la tecnología y a internet. Hablar de adicción, como el término escrito para referirnos a las drogas, no es la mejor opción. Tenemos que ver en qué medida se puede hacer un uso más saludable y qué otros factores entran en juego. No podemos sobresimplificar el problema diciendo que es una adicción. También hay que analizar el impacto que tiene realmente sobre la salud mental, porque en el caso de tenerlo, es muy sutil y depende del género, de la edad, de la situación socioeconómica, de la presencia de conflictos... Decir que las pantallas son malas es una simplificación. Hay que ver cuáles son los usos positivos y cuáles los negativos.

—¿Qué dicen los estudios?

—Llevamos muchos años haciendo trabajos sobre el impacto de la tecnología y las redes sobre la salud mental. Hay mucha información y podemos hacer comparaciones entre países. Si fuesen tan negativas, su impacto habría sido negativo en todos, pero vemos variedad. Ha habido un deterioro de la salud mental en Estados Unidos e Inglaterra, pero en Francia y Dinamarca ha sido lo contrario. Todos son países donde las pantallas se han implantado de forma masiva, pero hay variedad. Depende de los segmentos de la población y de cuestiones culturales.

—¿Cómo está la situación en España?

—Los indicadores de suicidios y salud mental han sufrido un repunte a partir del 2008. Veníamos de una situación bastante peor en los años 90. Desde ese momento se vivió una mejoría constante. Sobre el último repunte es pronto para saber si es una tendencia o algo coyuntural. Pero tampoco existe una evidencia clara de que sea atribuible a móviles, pantallas o redes sociales. Hay otros factores que son importantes, como el bullying, el estrés académico... La relación que existe entre autoestima y rendimiento escolar, por ejemplo en niñas, es un factor muy importante. Eso no quiere decir que dejemos de prestar atención a los móviles, pero sin pánico.

—¿Qué le parece la prohibición del uso de los teléfonos en los colegios e institutos?

—La mayoría de los centros ya lo prohibían. Lo que se pretende es evitar que el móvil produzca el desplazamiento de otras actividades o de una interacción cara a cara. Pero eso no tiene nada que ver con la corriente de padres que quieren eliminar el móvil de la vida de sus hijos. En este caso estamos hablando de una medida muy específica dentro de los institutos, lo cual no me parece descabellada, pero no va a cambiar nada de lo que pasa fuera. Por ahora todos los datos apuntan a que esta medida, donde ya se ha hecho, su impacto es mínimo, ni positivo ni negativo. Hay profesores que dicen que la atención ha mejorado, que los jóvenes interactúan más, pero donde se ha estudiado se ha visto que no existe un patrón claro de los beneficios.

«Con 10 años no deberían acceder a Tik Tok»

El catedrático rechaza, de raíz, una revolución antitecnológica.

—No ve clara esa cruzada contra los teléfonos móviles.

—Entiendo la preocupación, más cuando se ha extendido que los móviles son negativos. Quitarlos es como luchar contra molinos de viento, es difícil pensar que a estas alturas, en un mundo digitalizado, vamos a poder desdigitalizarlo. Los niños con 10 años no deberían tener acceso a Tik Tok. Tiene que haber limitaciones, el acceso deber ser gradual, es un proceso educativo porque hay partes de la tecnología que son positivas. Hay estudios que demuestran que durante el covid, los adolescentes que tuvieron un peor acceso a internet, sufrieron más. La conectividad sirve también para que minorías de género, orientación sexual o colectivos tradicionalmente más discriminados, encuentren en las redes una manera de hacer comunidad y construir redes de apoyo mutuo.

—¿Cuándo se debe dar un teléfono a un hijo?

—No hay una respuesta, pero hay que respetar las recomendaciones de uso de las aplicaciones. La mayoría de redes permiten tener un perfil a partir de los 14 años y me parece razonable, aunque cada familia es un mundo.

—¿Qué opina de esa vinculación entre dopamina y redes?

—La dopamina está implicada en todo lo que hacemos, desde el ajedrez a hacer un sudoku. En el caso de las aplicaciones, creo que lo que ocurre es que lo engrasan todo muy bien, no necesitan recurrir a la dopamina. Te lo hace todo más cómodo.