Un Portugal en la memoria

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

María Pedreda

25 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Quizá la memoria más viva sea la portada de la revista Triunfo anunciando, con una multitud manifestándose: «Libertad en Portugal». Hasta entonces, Portugal era un incierto recuerdo de un Oporto deslucido, sus estradas de parelelepípedos, la sombría presencia de una población descalza en ellas, y una llamativa yincana de motocicletas, con el asombro del Palacio de Cristal y su parque. Portugal estaba a una distancia horaria interminable de Santiago. Donde, sin embargo, lograban llegar, además de Raimon, Zeca Afonso y Luis Cília.

Ya con casa abierta en Vigo, el Miño, Barcelos y Braga o Portugal entero pasaron a formar parte de una cotidianeidad donde el santo Antonio de misterio, o la cabra preñada y el Cristo de Rosa Ramalho acercaban a mundos mágicos aquí desconocidos, a excepción de las figuras de San Andrés de Teixido. Aun así, Portugal era una leve ensoñación que, con la rebelión de los capitanes, se convertía en esperanza de libertad.

Portugal fue un país infinito, que se extendía por Angola, Mozambique, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y Guinea-Bisáu, más algunos enclaves asiáticos. Sostenido por sus guerras coloniales, origen y causa del levantamiento de abril.

Fueron años de sobresaltos entre la Revolución de los Claveles y aquel noviembre de 1975 con la rebelión paracaidista que la puso en peligro. Resuelto noviembre con cesiones del Partido Comunista, el retiro obligatorio de los sublevados y la vuelta en 1976 de las fuerzas armadas a los cuarteles, con Ramalho Eanes al frente.

La permanente dictadura en España no permitía saber de sus esperanzas. Por no saber, no sabíamos que aquel Luis Cília que llegaba por Francia con Sou barco o Exilio era, de nación, angoleño.

Necesitamos tiempo para seguir sabiendo. Primero, del drama de los retornados a una metrópoli desconocida en El Retorno, de Dulce Mª Cardoso. Luego, saber de lo oculto en las sombras de la geopolítica y el dominio del mundo, como aún ahora se deja ver e interpretar. Y por último asistir, en un país dedicado a los exilios, a un ir y venir de expatriados, de migrantes. Donde los que están fuera son una quinta parte de los portugueses y los que llegan son ya un diez por ciento de los que allí viven. Un país que, luego de estar intervenido en el 2008, necesita resolver el supuesto escándalo Influencer que llevó a dimitir a António Costa y a nuevas elecciones, en una precipitada decisión del presidente Rebelo de Sousa.

Un mundo de distancias y aproximaciones, en el que a veces brota un sueño de iberismo incierto, tan propio de los mundos de la política y tan diferente de lo que Vicente Jorge Silva intuyó en la acción del capitán Salgueiro Maia aquel 25 de abril: «Mi idea es muy simple: rodear el cuartel do Carmo, darle un ultimátum para que se rinda y luego quedarme allí para llenarme de paciencia, de hambre, de malestar, de sueño y de frío, atento a lo que viene y va». Era ya el Portugal de hoy y tal vez de un nieto, portugués de nación.