¿El epílogo de «Manual de resistencia»?

ESPAÑA

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez y su mujer, Begoña Gómez, a su llegada al acto Goalkeepers de la Fundación Bill y Melinda Gates, en Nueva York (EE.UU)
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez y su mujer, Begoña Gómez, a su llegada al acto Goalkeepers de la Fundación Bill y Melinda Gates, en Nueva York (EE.UU) Moncloa

24 abr 2024 . Actualizado a las 21:27 h.

Vaya por delante el spoiler. No parece probable que Pedro Sánchez vaya a tirar la toalla. Ha sobrevivido a las acusaciones de plagio de su tesis y a la expulsión de Ferraz por sus propios compañeros de partido. Ha sacado adelante la primera moción de censura de la democracia con apenas 80 diputados. Ha pactado con Bildu. Ha cambiado de opinión tantas veces que ya casi hemos olvidado lo que decía al principio. Ha sido capaz de pactar a la vez con Bildu y Puigdemont... La lista de logros ya la ha relatado con fervor Irene Lozano en los dos libros con los que ensalza su carrera el presidente del Gobierno.

Sánchez nos ha acostumbrado a ser impredecible. Lo fue cuando desafió al PSOE y se lanzó en su Peugeot —allí conoció a Koldo— a recorrer España para presentarse a las primarias contra Eduardo Madina para sustituir a un Rubalcaba que nunca lo vio bien. Lo fue cuando primero intentó pactar con Albert Rivera y luego se abrazó con aquel Pablo Iglesias del que nos había dicho que le quitaría el sueño a él y a todos los españoles. Y rompió la baraja el pasado mes de mayo, hace casi un año, cuando, tras alcanzar el peor resultado en poder territorial del PSOE en décadas, disolvió las Cortes, convocó elecciones y logró seguir durmiendo en el colchón de la Moncloa tras pactar con Otegi —¿cuántas veces quiere que le diga que no pactaremos?, repitió en campaña— y el mismísimo Puigdemont al que prometió traer esposado a España y que ahora se ha convertido en el guardián de su precaria mayoría.

El líder socialista ha demostrado que su único punto flaco es Begoña. Ni siquiera su hermano, sorprendido tributando en Portugal mientras teletrabaja en la Diputación de Badajoz. Sorprende la cerrada defensa de Sánchez, y la de su partido, de la honorabilidad de la familia al mismo tiempo que es capaz de aplaudir una falsa subvención a la pareja de Feijoo a modo de ventilador o descargar toda la ira de su aparato mediático contra la pareja de Isabel Díaz Ayuso.

La realidad es que las encuestas le son muy adversas a Sánchez, que su debilidad parlamentaria es tan brutal que la única ley que se va a aprobar es la de la amnistía y que el escenario catalán es tan incierto que hace impredecible lo que queda de legislatura.

Va otro spoiler. Esto se saldará con una moción de confianza o similar, un cierre de filas con el líder y una encendida defensa como la que le exigió a sus ministros tras un rifirrafe con Feijoo. El sanchismo, ese término que tanto le molesta, es también vivir en el alambre. El epílogo del Manual de resistencia no parece que sea este aún.